Se podría argumentar que la metonimia es una especie de metáfora.
Pero en la metonimia los términos entre los que se traslada el significado siempre presentan una relación de contigüidad o siempre pertenecen al mismo campo semántico: causa-efecto, una parte por el todo, continente-contenido, sucesión, procedencia.
Un ejemplo de metonimia es cuando decimos «un vino» para referirnos a una botella de vino (se desgina el continente por medio del contenido), o cuando decimos «hace mucho sol», para referirnos a que la luz del sol está muy fuerte y hace mucho calor (el efecto por la causa). También cuando se dice que en un museo «hay un Rembrandt» o «un Picasso» para referirse a que en ese museo hay obras de esos pintores (la obra por el autor de la misma).
En la metáfora simplemente designas una realidad por medio del nombre de otra, como cuando Romeo dice que Juliea es el sol, o cuando hablamos del «pie de la montaña» o del corazón de una fruta.
La metáfora también puede entenderse, siguiendo la definición de la RAE, como una «traslación del sentido recto de una voz a otro figurado, en virtud de una comparación tácita»: cuando Góngora dice que el cabello de una dama es «oro bruñido», está haciendo una comparación tácita entre el cabello de esa dama y el oro.
Para Borges, «la metáfora es el contacto momentáneo de dos imágenes» (Otras inquisiciones, «Quevedo», 1952).
En la metáfora se supone que hay cierta relación de semejanza entre las dos realidades, términos o imágenes entre las que se traslada el significado, pero esa relación no necesariamente es de causalidad, procedencia o sucesión, como en la metonimia, y los términos no necesariamente pertenecen al mismo campo semántico (como sí ocurre en la metonimia).
Texto originalmente publicado en Quora.com, como respuesta a la pregunta: ¿Cuál es la diferencia entre la metonimia y la metáfora?
Pippo Bunorrotri
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