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RESEÑA: «Elegías de Duino» de Rainer María Rilke

El viaje interior del poeta

Rainer María Rilke (1875-1926), nacido en Praga como René Maria Rilke, es uno de los poetas más importantes de todo el siglo XX. Se lo considera, de hecho, el máximo poeta en lengua alemana de dicho siglo. Tuvo una vida dedicada a la poesía.

Quizá su libro más famoso en la actualidad sea Cartas a un joven poeta (Briefe an einen jungen Dichter, 1929). También es autor de Los apuntes de Malte Laurids Brigge (1910), El libro de las horas (Das Stunden-Buch, 1905) y Los sonetos a Orfeo (Die Sonette an Orpheus, 1923).

Pero las Elegías de Duino (Duineser Elegien, 1923) son, sin duda, su libro más importante, y ese es el que reseñaremos en esta entrada.

El estilo poético de Rilke se caracteriza por su hermetismo, su complejidad simbólica y su notable profundidad filosófica. Pero también por su pasmosa belleza.

Leer a Rilke no es sencillo, y definitivamente no es el tipo de autor que cualquier lector pueda apreciar. Para comprenderlo medianamente bien se requiere de una edición con buenas notas explicativas, o bien de un conocimiento previo de su vida, su pensamiento y su obra.

La edición que yo leí de las Elegías de Duino es la de Cátedra (Madrid, 1987), prologada, anotada y traducida al español por Eustaquio Barjau.

Sinopsis

Las Elegías de Duino son diez poemas largos, de alrededor de cien versos cada uno.

Las diez elegías están conectadas entre sí por sus símbolos y su temática: describen una suerte de viaje o itinerario espiritual y poético, en el que el poeta, movido por la misión de interiorizar y rescatar con su palabra a la realidad entera, busca llegar a una especie ideal poético de lo absoluto, de ecos neoplatónicos y románticos, en el que todas las cosas del mundo se han «interiorizado», y los aspectos engañosos del mundo «visible» e «interpretado» han dado paso a lo «invisible».

(…) Queremos que se vea

queremos elevarlo, cuando en realidad la más visible dicha solo

se nos da a conocer cuando la transformamos por dentro.

«Elegía VII», vv. 47-49.

La primera elegía actúa como prólogo de las demás. Allí el poeta se siente distante del ángel, símbolo del grado más alto de interiorización y de transformación de lo visible en invisible.

Pero con cada elegía, el poeta se va acercando más a su objetivo. En la sexta, empieza a transponer los umbrales del reino de lo invisible. En la última, ya se halla cerca del ángel, y viaja hacia el Otro Mundo, en donde la vida y la muerte ya no están diferenciadas.

Mi opinión

A pesar de la complejidad de sus ideas y la oscuridad de muchos de sus versos, me gustaron bastante las Elegías de Duino.

Es un libro único y fascinante; encantador y profundo. Algunos de sus pasajes brillan con una belleza intensa y conmovedora que resulta escasa en la poesía de muchos otros autores reconocidos.

Es difícil no admirar, además, lo ingenioso del conjunto de ideas y de símbolos ideado por Rilke, conjunto que se asemeja a un original sistema filosófico en el que la poesía y el pensamiento son dos caras de una misma moneda.

No obstante, en ocasiones me resultó tan difícil hallarle un sentido a lo que leía, que sentí que muy bien podría haber estado leyendo una serie inconexa de frases aleatorias y caprichosas. Aunque, eso sí, frases enmarcadas en un tono y un ritmo cautivadores.

El pasaje más famoso de las Elegías de Duino es el que abarca los primeros siete versos de la «Elegía I». Es tan inolvidable como maravilloso:

¿Quién, si yo gritara, me oiría desde las jerarquías

de los ángeles?, y aún en el caso de que alguno me cogiera

de repente y me llevara junto a su corazón: yo perecería por su

existir más potente. Porque lo bello no es nada

más que el comienzo de lo terrible, justo lo que nosotros podemos todavía soportar,

y lo admiramos tanto porque él, indiferente, desdeña

destruirnos. Todo ángel es terrible.

Pero de las diez elegías, creo que mi favorita es la octava. Allí el poeta hace una relfexión melancólica sobre el ser de los hombres y de los animales. Los animales, nos dice el poeta, están más cerca del invisible ideal que el hombre, porque pueden ver más allá de la realidad «interpretada», y para ellos la muerte no existe, ya que (a diferencia del ser humano) no están condenados a tener conciencia de la muerte:

(…) porque al temprano niño

ya le damos la vuelta y le obligamos a que mire

hacia atrás, a las formas, no a lo Abierto, que

en el rostro del animal es tan profundo. Libre de muerte.

A ella solo nosotros la vemos; el animal libre

tiene siempre su ocaso detrás de sí

y ante sí tiene a Dios, y cuando anda, anda

en la eternidad, como andan las fuentes.

«Elegía VIII», vv. 6-13

Conclusión

Las Elegías de Duino son, dentro del ámbito de la poesía lírica, de las cosas más sublimes que ha escrito persona alguna. No obstante, mentiría si dijera que disfruté leyendo cada uno de sus versos. Son poemas para los cuales el lector debe hacer el esfuerzo de un estudio previo si quiere apreciarlos en su plenitud. Es una literatura un tanto elitesca. Y sin embargo, recomiendo ampliamente que nos tomemos el tiempo de saborear este celestial monumento a la belleza, a la creatividad y al ingenio humano.

Puntuación

4/5 ⭐️⭐️⭐️⭐️


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  1. Muy buena reseña. Al leer poesía te tienes que olvidar de toda lógica y dejarte llevar por las palabras y los significados ocultos sin buscar explicación, disfrutando de la buena literatura. Gracias por descubrirnos esta obra de Rilke quizás menos conocida que otras

  2. Hola.
    Muy buena la reseña para adentrarse en el mundo figurativo y poético de este autor. Como bien dices, los libros de Cátedra ayudan en sus análisis. Y también por lo que leo es un poeta conceptual muy profundo que requiere de un estudio concreto de su técnica y práctica interiorista. Pero no por ello dejas de disfrutar inmensamente de sus estrofas. Un saludo

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