Cuando admiramos mucho a alguien, suele ser difícil imaginar que esa persona sea capaz de cometer los actos más viles, cobardes o egoístas. Tal contradicción no cabe en nuestra mente.
Cuando admiramos mucho a alguien, suele ser difícil imaginar que esa persona sea capaz de cometer los actos más viles, cobardes o egoístas. Tal contradicción no cabe en nuestra mente.