Javier Rodríguez Marcos / El País

«Hacer listas», escribe Alberto Manguel en su Diario de lecturas, “da lugar a cierta arbitrariedad mágica, como si la simple asociación pudiera crear sentido”. Pues bien, ¿qué sentido se puede encontrar en una lista que trata de hacer balance de las dos primeras décadas del siglo XXI? Empecemos por el principio. El martes 11 de septiembre de 2001, dos aviones de pasajeros secuestrados por terroristas suicidas derribaron las Torres Gemelas de Nueva York, mataron a casi 3.000 personas y cambiaron el mundo para siempre. De paso, mandaron al trastero de las hipótesis la teoría hegeliana del fin de la historia reciclada por Francis Fukuyama tras la caída del muro de Berlín y zanjaron la discusión sobre si el siglo XXI empezaba en el año 2000 o en 2001. La guerra de las galaxias se quedó en choque de civilizaciones. Los ordenadores pasaron la prueba del efecto 2000, pero sus usuarios —la nueva gran palabra— entraron en la era del miedo, la inseguridad, la precariedad, la intimidad (pública) y la realidad (virtual).

El futuro había llegado tan pronto en forma de metralla que los cines se llenaron de remakes; las librerías, de cánones, recuentos y resúmenes y listas de lo muy muy y lo más más (que había que ver, leer y escuchar… antes de morir). También de relatos con un fondo de historia universal y libros de no ficción o de autoficción que dan tanto valor a la trama como a su making-of. Incapaz de imitar a una realidad presente que parecía de novela, la literatura se volcó en el pasado, en la memoria (histórica y a secas), en las investigaciones periodísticas, en la primera persona y en la propia literatura, que se volvió metatodo.

De ahí el triunfo absoluto de 2666, un libro total compuesto de cinco partes y publicado en otoño de 2004, al año siguiente de la muerte de su autor. Desde Borges —retratado minuciosamente por Adolfo Bioy Casares en un diario ya ineludible—, ningún escritor ha influido tanto como Roberto Bolaño en las nuevas generaciones. Que sus libros empezasen a publicarse en Anagrama y actualmente lo hagan en Alfaguara —las dos editoriales más presentes en la lista de Babelia— es otro síntoma del peso de algunos sellos en la creación del gusto contemporáneo.

El escritor chileno Roberto Bolaño, en 1997.
El escritor chileno Roberto Bolaño, en 1997. MANOLO S. URBANO

Acaso por una mera cuestión generacional, la literatura canónica de las dos primeras décadas del siglo XXI se ha ocupado de hurgar en las heridas del XX. Las guerras mundiales, la guerra civil española, la posguerra, la descolonización, las migraciones, el apartheid, las dictaduras latinoamericanas, la caída del imperio soviético, los feminicidios en Ciudad Juárez o las turbulencias en Oriente Próximo pueden rastrearse en la obra del propio Bolaño, Ian McEwan, W. G. Sebald, Javier Marías, Javier Cercas, Tony Judt, Mario Vargas Llosa, J. M. Coetzee, Zadie Smith, Svetlana Aleksiévich, Emmanuel Carrère, Marjane Satrapi o Edmund de Waal.

Pero si esos autores empiezan a ser canónicos no es solo por los temas que abordan, sino por el modo en que lo hacen: mezclando realidad y ficción, narración y reflexión, dinamitando los géneros tradicionales o dejando que su intimidad sin filtros discuta con la historia universal. Ese yo con voluntad de nosotros es el que ha producido además títulos como los de Joan Didion, Lucia Berlin, Anne Carson y Raúl Zurita —que tituló su obra magna con su propio apellido—, pero sobre todo los seis volúmenes de Karl Ove Knausgård.

También la gran historia y la intimidad cruda están presentes en títulos del siglo XXI tan exitosos como El Código Da Vinci, El niño con el pijama de rayas o Cincuenta sombras de Grey. ¿Por qué no están en esta lista? Tal vez porque no cuadran con la definición que el crítico Northrop ­Frye acuñó para la “gran literatura”: aquella que es “dueña de una visión siempre más vasta que la de sus mejores lectores”. El poeta Wystan Hugh Auden lo matizó así: “Hay libros que han sido injustamente olvidados; ninguno es injustamente recordado”.

La crisis económica de 2008 sumó la indignación a la inseguridad y dio la razón a una novela premonitoria publicada en España un año antes: Crematorio, de Rafael Chirbes. De paso, empoderó —el verbo del siglo— a un género y a una generación. El feminismo y el ecologismo son por ahora la respuesta más contundente a una deriva insostenible que va camino de convertir en realismo puro una novela de, digamos, ciencia-ficción como La carretera, de Cormac ­McCarthy. Protagonizada por dos hombres solos —un padre y un hijo— que vagan por un planeta devastado, la distopía del autor estadounidense incluye en sus páginas algo que se parece a una definición de la literatura de hoy: “Dios no existe y nosotros somos sus profetas”.

1. ‘2666’, Roberto Bolaño

«2666 es lo mejor de una producción literaria prematuramente interrumpida», escribió Ana María Moix en Babelia en 2004, «Amalfitano, uno de los protagonistas de la segunda de las cinco partes o novelas que componen 2666, obra póstuma de Roberto Bolaño (1953-2003), publicada originalmente en Anagrama y actualmente disponible en Alfaguara, rememora desde México una conversación sostenida, hacía años en Barcelona, con un joven farmacéutico que pasaba sus noches de guardia leyendo. Al joven le gustaba leer novelas breves como La metamorfosis, de Kafka; Bartleby, el escribiente, de Melville; Un corazón simple, de Flaubert, o Un cuento de Navidad, de Dickens, títulos que escogía en lugar de El proceso, Moby Dick, Bouvard y Pécuchet o El Club Pickwick, novelas largas de los citados autores. ‘Qué triste paradoja, pensó Amalfitano’, escribe Bolaño. ‘Ya ni los farmacéuticos ilustrados se atreven con las grandes obras, imperfectas, torrenciales, las que abren caminos en lo desconocido. Escogen los ejercicios perfectos de los grandes maestros (…)’. Y, de hecho, eso es 2666: una gran obra torrencial, que abre caminos en lo desconocido». Moix apunta que las cinco partes de esta gran obra pueden leerse por separado, pero se perdería la grandeza que alcanzan juntas.

2. ‘Austerlitz’, W. G. Sebald

La novela del alemán W. G. Sebald (1944-2001) narra la odisea vital de un hombre sin historia llamado Jacques Austerlitz en busca de ese tejido perdido en el tiempo que son sus padres. El protagonista camina sobre los restos de una devastación insoportable después de dos guerras. “Austerlitz es una formidable representación del destino del hombre moderno llevado a un extremo: el del desarraigo extremo; también lo es de la capacidad de supervivencia del ser humano”, escribió en estas páginas José María Guelbenzu en 2002. Traducción de Miguel Sáenz.

3. ‘La belleza del marido’, Anne Carson

Anne Carson (1950) abordó en La belleza del marido el conflicto desencadenado por su separación. “Hay en este poemario”, escribió el crítico Ángel Rupérez en 2003, “una tensión entre la idealización inicial del marido (…) y el derrumbe de ese ídolo que consigue sobrepasar con creces el anecdotario más estrictamente autobiográfico y confesional, constantemente convertido en materia poética contaminada por un continuo y soterrado —no explícito— aliento lírico hecho de elegía comedida y de creencia incondicional en la belleza”. Traducción de Ana Becciu.

4. ‘La Fiesta del Chivo’, Mario Vargas Llosa

La Fiesta del Chivo es un relato sobre el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo Molina y, a la vez, un impresionante fresco de la corrupción destructiva de las dictaduras. En su crítica de 2000, el argentino Tomás Eloy Martínez definió la novela del premio Nobel Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936) como “un retrato implacable del poder absoluto en una novela que se lee sin respiro de principio a fin”.

5. ‘Expiación’, Ian McEwan

Con minuciosidad y un talento infinito, el británico Ian McEwan (Aldershot, 1948) ha ido construyendo una obra tan variada como imprevisible. Expiación es una de sus novelas más célebres, mucho antes de que fuese llevada al cine. En su crítica, Andrés Ibáñez calificó en 2002 la novela como “un relato de una ambición y un alcance nada frecuentes”. “Es, ante todo”, proseguía, “un triunfo de la imaginación creadora, una obra que justifica en sí misma la existencia del arte de la novela”. Traducción de Jaime Zulaika.

6. ‘Limónov’, Emmanuel Carrère

Emmanuel Carrère (París, 1957) ha construido un género propio en el que mezcla la autobiografía con el retrato de personajes insólitos. Así definió el autor a su protagonista en 2013: “Ha sido granuja en Ucrania, ídolo del underground soviético, mendigo y después mayordomo de un millonario en Manhattan; escritor en París, soldado en los Balcanes, y, ahora, en el inmenso burdel del poscomunismo en Rusia, viejo jefe carismático de un partido de jóvenes desesperados. Él se ve como un héroe, pero también se le puede considerar un cabrón: yo no me atrevo a juzgarlo”. Traducción de Jaime Zulaika.

7. ‘Tu rostro mañana’, Javier Marías

Javier Marías cerró su trilogía Tu rostro mañana en 2007 con Veneno y sombra y adiós, en la que reflexiona sobre el egoísmo, la verdad y la culpa. José-Carlos Mainer calificó la obra de ejemplo del género de la autoficción: “Marías ha logrado la construcción más sostenida, compleja e importante que tal voluntad (de estilo y de género) ha producido en las nuevas letras españolas”. Mainer describe la obsesión por “la naturaleza de la verdad” y cree que “el punto de partida de la existencia es el egoísmo”.

8. ‘Borges’, Adolfo Bioy Casares

“De las 20.000 páginas de cuadernos íntimos que Bioy (1914-1999) escribió a lo largo de su vida, su relación con Borges ocupa 1.700”, explicó en una información de 2006 Javier Rodríguez Marcos. Son las que preparó para este volumen antes de morir: “Aunque el libro se extiende entre 1931 y 1989, Bioy resume los 15 primeros años en una decena de páginas. Eso sí, brillantes. Los diarios borgianos de Bioy están llenos de literatura”. Borges dijo que su relación era una profunda amistad “sin intimidad” cuya piedra angular eran los libros.

9. ‘Verano’, J. M. Coetzee

Verano, la tercera entrega de las memorias del sudafricano J. M. Coetzee (1940), “revela una audacia literaria que no por consecuente con la última parte de su obra deja de ser un reto original”, escribió José María Guelbenzu en 2010. En este libro, cinco entrevistados crean con su testimonio un Coetzee personal e íntimo, en un documento que manifiesta la viveza de espíritu del escritor y su apuesta irreductible por la verdad literaria. Traducción de Jordi Fibla.

10. ‘El año del pensamiento mágico’, Joan Didion

“La obra de no ficción de Joan Didion (1934) ejemplifica bien el género conocido como ensayo personal, una forma de escritura cuyo objetivo es someter a examen circunstancias de orden histórico o sociológico desde una perspectiva radicalmente subjetiva”, escribió en 2005 en estas páginas Eduardo Lago. Este libro de duelo es, en palabras del escritor, “el más personal por lo íntimo y doloroso del tema”: la muerte de su marido. Traducción de Javier Calvo.

11. ‘Mi lucha’, Karl Ove Knausgård

El noruego Karl Ove Knausgård (1968) narra su vida en seis tomos bajo el título de Mi lucha,como la autobiografía de Hitler. “Un vertedero documentario que necesita existir para que surja, de vez en cuando, un prodigio que, por sí solo, parecería puramente retórico pero que, nacido de la abrumadora acumulación de detalles, se convierte en una epifanía”, opinó Alberto Manguel en 2014. Traducción de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo.

12. ‘La carretera’, Cormac McCarthy

Un padre y su hijo, supervivientes de una hecatombe nuclear, caminan hacia un sur que, solo quizá, sea su salvación. “Unidos por el amor y el miedo, son la expresión de una soledad intolerable”, escribió J. M. Guelbenzu en su crítica de esta novela de Cormac McCarthy (1933). Traducción de Luis Murillo Fort.

13. ‘Crematorio’, Rafael Chirbes

Rafael Chirbes (1949-2015) narró en esta novela la corrupción urbanística en España. “Con una escritura de precisión clínica en la que a veces recala un medido lirismo, el escritor no cede al olvido de la grande y pequeña historia de nuestro país. Como si Galdós vigilara”, escribió sobre el autor y su obra J. E. Ayala-Dip.

14. ‘Dientes blancos’, Zadie Smith

“El rasgo más característico de la escritura de Zadie Smith (1975)es su propensión a la sátira. No obstante, Dientes blancos no es una novela divertida”, escribió Francisco Solano en 2001. “Retrata el espacio multirracial habitado por hijos de inmigrantes, cuya asimilación a la metrópoli, junto con la confrontación con los padres, les aboca a ser víctimas de una mezcolanza ideológica y religiosa que produce claros efectos de atolondramiento”. Traducción de Ana M. de la Fuente.

15. ‘Manual para mujeres de la limpieza’, Lucia Berlin

La estadounidense Lucia Berlin (1936-2004) empezó a publicar (no a escribir) muy tarde y solo a finales del pasado siglo se la comenzó a reconocer como una narradora excepcional. Manual para mujeres de la limpieza es una antología de relatos basados en la vida itinerante de la autora, alcohólica, que trabajó en toda clase de oficios para mantener a sus hijos. “Todo cuanto relata tiene olor a verdad”, aseguró José María Guelbenzu en 2016. Traducción de Eugenia Vázquez Nacarino.

16. ‘Zurita’, Raúl Zurita

“La primera impresión que produce Raúl Zurita (Santiago, 1950) es la de un poeta perdido en el mundo del misterio y la espiritualidad”, escribió el cronista Patricio Fernández en 2012. “No lee, canta, se lamenta, y reza”. Y este poeta publicó aquel año su particular autobiografía, un poemario de 800 páginas en el que se expone más crudamente que nunca. La obra está actualmente disponible en la editorial Delirio.

17. ‘Postguerra’, Tony Judt

El historiador británico (1948-2010) logró con este libro una hazaña, mezclando las lavadoras, los Beatles y Margaret Thatcher. Esto es, la vida cotidiana, la cultura y la política. “La nueva Europa constituye un éxito notable vitalmente vinculado a un terrible pasado”, escribió Santos Juliá en su reseña. “Para que los europeos conserven siempre ese víncu­lo vital hay que enseñárselo de nuevo a cada generación”. Traducción de Jesús Cuéllar y Gloria E. Gordo del Rey.

18. ‘Soldados de Salamina’, Javier Cercas

J. Ernesto Ayala-Dip habló en su crítica de Soldados de Salamina en 2001 de la mezcla entre “el relato real” que se plantea en el libro de Cercas y la “obra de ficción” que realmente es. La historia del fallido fusilamiento de Rafael Sánchez Mazas, escritor y fundador de la Falange, se desarrolla con “esa prosa que se desliza con la naturalidad que da la madurez”, añadió Ayala-Dip sobre esta novela.

19. ‘El fin del Homo sovieticus’, Svetlana Aleksiévich

Cuando Svetlana Aleksiévich (Ucrania, 1948) recibió el Premio Nobel de Literatura, muchos lectores descubrieron la fuerza de una obra, a medio camino entre el periodismo y la historia. El fin del ‘Homo sovieticus’ ofrece las voces de los que vivieron el fin del comunismo. “Su obra es también una revancha del periodismo”, escribió Lluís Bassets sobre su obra, “que busca las fuentes más modestas y las experiencias más sencillas para explicar lo que fue silenciado durante las siete décadas soviéticas”. Traducción de Jorge Ferrer.

20. ‘Persépolis’, Marjane Satrapi

En Persépolis, el único cómic en la lista, la autora iraní cuenta la revolución islámica de 1980 vista por una niña, la que Marjane Satrapi era entonces, con 10 años, cuando tuvo que ponerse pañuelo por primera vez para ir a la escuela. “Tenía un deber para con mi país”, le dijo en 2002 a Jaume Vidal en una entrevista. Un cómic en blanco y negro porque, según Satrapi, “el rojo de la sangre podría ser muy dramático”. Traducción de Albert Agut.

21. ‘La liebre con ojos de ámbar’, Edmund de Waal

A través de la historia de 264 miniaturas japonesas llamadas netsukes —entre ellas, la liebre que da título al libro—, Edmund de Waal (Nottingham, 1964) construye la historia de su familia, aunque va mucho más allá en un retrato de la historia reciente de Europa y de sus profundas heridas y ausencias. Traducción de Marcelo Cohen.

Del 22 al 50

22. La grande, Juan José Saer

23. Nunca me abandones, Kazuo Ishiguro

24. Anatomía de un instante, Javier Cercas

25. Demasiada felicidad, Alice Munro

26. La tabla rasa, Steven Pinker

27. Los años, Annie Ernaux

28. Temporada de huracanes, Fernanda Melchor

29. Sapiens, Yuval Noah Harari

30. Kafka en la orilla, Haruki Murakami

31. El nervio óptico, María Gainza

32. Los diarios de Emilio Renzi, Ricardo Piglia

33. La novela luminosa, Mario Levrero

34. En presencia de la ausencia, Mahmud Darwish

35. Incendios, Wajdi Mouawad

36. Pensar rápido, pensar despacio, Daniel Kahneman

37. Las correcciones, Jonathan Franzen

38. El adversario, Emmanuel Carrère

39. La mancha humana, Philip Roth

40. Canadá, Richard Ford

41. Elizabeth Costello, J. M. Coetzee

42. Terror y utopía, Karl Schlögel

43. Lectura fácil, Cristina Morales

44. Las poetas visitan a Andrea del Sarto, Juana Bignozzi

45. Ordesa, Manuel Vilas

46. Distancia de rescate, Samanta Schweblin

47. La noche de los tiempos, Antonio Muñoz Molina

48. Teoría King Kong, Virginie Despentes

49. El mundo deslumbrante, Siri Husvedt

50. Los testamentos, Margaret Atwood

Del 51 al 100 (por orden alfabético del apellido del escritor)

Americanah, Chimamanda Ngozi Adichie

Diccionario de autores latinoamericanos, César Aira

Experiencia, Martin Amis

Patria, Fernando Aramburu

Un país mundano, John Ashbery

Fun Home, Alison Bechdel

Genios: un mosaico de cien mentes creativas y ejemplares, Harold Bloom

Vida precaria, Judith Butler

El día del Watusi, Francisco Casavella

Las ensoñaciones de la mujer salvaje, Hélène Cixous

Hombre lento, J. M. Coetzee

A contraluz, Rachel Cusk

La maravillosa vida breve de Óscar Wao, Junot Díaz

Jamás el fuego nunca, Diamela Eltit

El olvido que seremos, Héctor Abad Faciolince

Un ángulo me basta, Juan Antonio González Iglesias

El giro, Stephen Greenblatt

El tejido del cosmos, Brian Greene

Homo Deus. Breve historia del mañana, Yuval Noah Harari

Trabajos del reino, Yuri Herrera

Sumisión, Michel Houellebecq

La posibilidad de una isla, Michel Houellebecq

La doctrina del shock, Naomi Klein

La casa de la fuerza, Angélica Liddell

Berta Isla, Javier Marías

Asterios Polyp, David Mazzucchelli

Necropolítica, Achille Mbembe

C, Tom McCarthy

Aquí, Richard McGuire

Todo lo que tengo lo llevo conmigo, Herta Müller

Escapada, Alice Munro

Suite francesa, Irène Némirovsky

Infiel. Historias de transgresión, Joyce Carol Oates

El salto del ciervo, Sharon Olds

El capital en el siglo XXI, Thomas Piketty

Un apartamento en Urano, Paul B. Preciado

Diccionario sánscrito-español. Mitología, filosofía y yoga, Òscar Pujol

Retaguardia roja, Fernando del Rey

La conjura contra América, Philip Roth

Harry Potter y el misterio del príncipe, J. K. Rowling

La última noche, James Salter

Clavícula, Marta Sanz

El artesano, Richard Sennett

La estupidez, Rafael Spregelburd

La poesía del pensamiento, George Steiner

La gran brecha. Qué hacer con las sociedades desiguales, Joseph Stiglitz

Los errantes, Olga Tokarczuk

Nada se opone a la noche, Delphine de Vigan

Hablemos de langostas, David Foster Wallace

Fabricando historias, Chris Ware

Fuente: El País

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