Por: ExLibric

Cada maestrillo tiene su «librillo», y cada autor sus propias manías. Piénsalo, ¿qué costumbres tienes en tu día a día? ¿Posees alguna rutina que hagas antes de comenzar alguna tarea? La historia de la literatura nos confirma que al menos no pocos escritores han tenido hábitos curiosos antes de enfrentarse a su trabajo y regalarnos obras célebres. Sin duda, curiosidades en la historia de la literatura que cuanto menos nos son curiosas.

Hoy hemos recopilado varios de estos hábitos curiosos de autores conocidos. Una oportunidad para que imagines cómo sería su trabajo en el momento de sacar adelante los libros que tanto han dado que hablar a lo largo de los años. Por supuesto, si conoces alguna rutina más, cuéntanosla. Incluso si tú, como escritor cuentas con alguno.

Color amarillo y buena suerte

Si eres aficionado al teatro sabrás que el color amarillo es enemigo de la buena suerte. Pero para Gabriel García Márquez no. De hecho, pensaba todo lo contrario: que atraía buenos augurios y era completamente necesario para poder trabajar en condiciones óptimas.

Por ello, si tuviéramos una máquina del tiempo y viajásemos a la época en la que el escritor colombiano escribía Cien años de soledad, veríamos cómo en su escritorio reposaba una flor de color amarillo, algo tan necesario como la misma tinta con la que impregnaba páginas y páginas.

Y esta no era la única manía de García Márquez, a quien tampoco le gustaban las flores de plástico, algo que causaba tanta mala suerte como el color amarillo para los actores de teatro.

La inspiración llega de pie

Cuando pensamos en la visita de las musas nos viene a la mente un escritorio junto a una silla, una pradera sobre la que tumbarse… Pero, ¿y de pie? Así lo hacía Virginia Woolf, quien redactó muchas de sus obras en esta posición y redactando sobre un alto pupitre que le permitía mantenerse de esta manera. Y desde luego que la escritora británica no fue la única estrella de la literatura que tenía esta costumbre.

Hemingway también mantenía esta postura a la hora de escribir sus obras. ¿Será que así llega mejor la inspiración? ¡Siempre puedes probar!

Registro de trabajo

Siguiendo  con Hemingway, nos encontramos con un obseso del orden y muy maniático en lo que al proceso creativo se refiere. Según reveló uno de los empleados del escritor durante su estancia en Cuba, el autor siempre se levanta temprano y escribía en un horario estricto en el que no se permitía redactar más allá de las una del mediodía.

También era raro que Hemingway escribiera más de mil palabras, ya que cuando el escritor más o menos había calculado esa cantidad, dejaba su labor de redacción, las contaba para cerciorarse, apuntaba el total de la jornada y tapaba su máquina de escribir. Y es que estamos ante un obseso del registro.

Aunque no tiene nada que ver con sus libros, Hemingway acostumbraba pesarse y anotar su peso… ¡en las mismas paredes de su baño!

Apasionado de lo vintage

Hay escritores nostálgicos que dicen preferir las máquinas de escribir. Otros incluso tienen la manía de anotar usando una pluma estilográfica específica. En el caso de George R.R. Martin, autor de la saga Canción de hielo y fuego (adaptada al medio audiovisual como la serie de Juego de tronos) tiene un peculiar hábito que combina lo tradicional con lo moderno.

Y es que si bien Martin utiliza un ordenador para escribir, no es un terminal cualquiera. El escritor prefiere un MS-DOS. Tecnología de los 80 en la que redacta sus textos utilizando el procesador WordStar 4.0. Y es que para escritor le basta con que en la pantalla aparezcan las letras que el escribe en el teclado, prescindiendo incluso de herramientas de corrección.

El hábito hace al monje

Entre las rutinas de los escritores no podía faltar la mención a la indumentaria que era imprescindible para Alejandro Dumas. Se dice que el autor siempre debía vestir una sotana roja y unas sandalias antes de sentarse a crear sus libros. Una etiqueta que no solo afectaba a su vestuario, sino al aspecto de sus manuscritos.

Dumas lo tenía claro: páginas azules para novelas de ficción y amarillas para la poesía.

Manzanas en la bañera

Hablar de Agatha Christie es recordar el mejor legado literario del género de detectives. Y para la escritora era muy importante tener una rutina muy curiosa a través de la que reflexionaba y moldeaba las tramas de sus libros: comer manzanas en una bañera. Dicen que la de Torquay mandó instalar una de ellas para depositar estas frutas junto a sus lápices y cuadernos.

Y si hablamos de crear en la bañera, el guionista y novelista Dalton Trumbo también merece su mención. En la memoria de todo Hollywood queda la imagen del escritor disfrutando de un baño junto a su máquina de escribir, bodegón que completaba junto a sus cigarrillos, una taza de café y pañuelos de papel (además de cuadernos y bolígrafos).

Tomado de: www.exlibric.com

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